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#PalabrasAbiertas: «Espíritu modulero», por Azul Fritz.

#PalabrasAbiertas: «Espíritu modulero», por Azul Fritz.

Por Azul, voluntaria del equipo de Córdoba

Fue un fin de semana atípico, de esos que sabés que no se olvidan más. La tormenta de Santa Rosa nos recibió con lluvia a baldazos y truenos que parecían querer frenarnos. Y sin embargo, más de 140 personas llegamos al barrio “Los 40 Guasos” para compartir un fin de semana con un mismo objetivo: construir 16 baños y darle a 16 familias la posibilidad de un futuro mejor.

No fue fácil. El barro y el frío hicieron todo más desafiante. Pero había algo que ganaba: las ganas, el compromiso y el espíritu modulero. Y cuando todo eso se junta, no hay obstáculo que pueda detenernos. 

El sábado a la mañana, en el polideportivo del barrio, mientras nos resguardamos un rato de la tormenta, Tomi, coordinador general de Módulo en Córdoba, dijo: “veo personas normales, haciendo algo extraordinario”. Y tenía razón. Sus palabras de arenga nos dieron la energía necesaria para encarar el finde con la mejor de las ondas, convencidos de que lo que estábamos por hacer valía el esfuerzo.

Al llegar a la casa de Blanca, a quien le íbamos a construir, nos recibió con sorpresa: “no me imaginé que iban a venir”. Y esa frase me atravesó. Porque claro, son familias que aprendieron a ser invisibles, a no esperar nada porque tantas veces se les ha dado la espalda. Y ahí entendí, una vez más, el valor de estar presentes, de elegir mirar hacia donde pocos miran.

La construcción no fue solo levantar paneles, techar y colocar los sanitarios. Fue vivir el barrio, sentirlo bajo la lluvia, compartir mates en medio del diluvio y ayudarnos cuando la fuerza flaqueaba o cuando parecía que la tormenta iba a ganar. 

Este finde experimenté un poco en carne propia lo que las familias viven cada día: la incomodidad, el frío, la espera. Y justamente por eso sentí aún más que teníamos que estar ahí, acompañando, poniendo el cuerpo y diciendo presente.

Las 16 familias nos recibieron con una calidez que no se puede describir. Nos invitaron a entrar, nos ofrecieron comida, nos hicieron sentir parte de su hogar. Nos dieron palabras de agradecimiento que nos llenaron el corazón y nos abrazaron con total sinceridad. 

Estar ahí, compartir ese fin de semana de diluvio, escuchar sus historias y sentir su gratitud nos recuerda por qué estamos. Nos conecta y nos transforma tanto como a ellos.

48 horas después, luego de mucho esfuerzo y alegría, lo logramos: 16 familias menos sin baño en Córdoba. Lo que parecía imposible, lo hicimos.

Me voy de este fin de semana con el corazón lleno y la certeza de que lo extraordinario se construye así: con personas comunes que deciden incomodarse, animarse y poner el cuerpo por los demás. Y mientras miro hacia atrás, pienso que no es solo un baño lo que construimos; es seguridad, salud y esperanza. Son espacios que nos recuerdan que cuando la solidaridad se convierte en acción, la vida de otros cambia para siempre… y también la nuestra. O por lo menos, la mía. Es sentir que se puede transformar, aunque sea un pedacito del mundo.