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#PalabrasAbiertas: Palabras más, palabras menos por Juan Ignacio Quelas.

*Nota escrita por Juan Ignacio Quelas, voluntario.

El fin de semana pasado fue la primera vez que la organización Módulo Sanitario construyó en La Plata. El evento, previo a mucho trabajo de censado y organización anteriores, me tocó de cerca. Me considero platense por adopción, siendo que he pasado más de la mitad de mi vida en esta ciudad desde que llegué para hacer una carrera universitaria.

La rica historia de la ciudad de La Plata y sus orígenes modernos y futuristas contrastan con la dura realidad de hoy. La ciudad nació como una pionera en el mundo, siendo uno de los pocos ejidos urbanos en diseñarse previo al asentamiento humano. Su diseño urbanístico roza la perfección, en donde Pedro Benoit volcó todo su conocimiento para lograr un espacio centrado en la simetría. Las calles, diagonales, avenidas, plazas, edificios públicos y espacios verdes están perfectamente articulados y juegan a ser figuras geométricas que se ven maravillosamente a través de fotos aéreas.

Sin embargo, esa maravilla de ciudad modelo que fue cuando nació, hoy se ve esmerilada por el paso de sus 142 años de historia. El crecimiento demográfico, junto a la escasa o nula planificación territorial, demolió el orden y la simetría para transformarla en una ciudad amorfa. Es como si uno hubiese dibujado en un papel figuras hechas con trazos perfectos, para luego abollarlo y dejarlo a un costado.

Junto a ese crecimiento desordenado, nacieron asentamientos en donde miles y miles de personas, se fueron instalando precariamente en diferentes lugares cercanos a la ciudad, en casillas o casas hechas mayormente con tablas de madera, a veces con partes cubiertas solo por plásticos. El Registro Público de Villas y Asentamientos estimó en 2023 que allí viven más de 260.000 habitantes, de los 770.000 totales (datos del censo de 2022) que aproximadamente tiene la ciudad. Esto significa que hoy, uno de cada cuatro platenses vive en un asentamiento. 

En esas casas o casillas, lo habitual es que los baños no existan. O no existan como uno los concibe. A veces adosados a las casillas y muchas otras veces fuera de la misma, los lugares que ofician de baño son ambientes apartados que en algunas ocasiones ni siquiera tiene techo…tampoco lugar para lavarse las manos o los dientes, y mucho menos inodoro. El baño (o lo que oficia de tal) suele estar fuera de la casa, como lo estaba antes en las casas de campo. Por ello se llamaba excusado, o reservado, que a la vez quiere decir separado, o apartado.

La gente que vive dentro de esa maravilla de dibujo arquitectónico, dentro de los límites de la otrora moderna ciudad de La Plata, no conoce (no conocíamos) la realidad que se vive a apenas 10 km de distancia desde la icónica Catedral de estilo neogótico. Muchos no saben (no sabíamos) la realidad que viven (vivían) otras familias. Por muchos motivos, no importa ahora detenernos en eso. 

Los políticos suelen frecuentar los asentamientos unas semanas antes de cada elección. Algunos hasta entran, previo alisado o mejorado de la calle principal, y hablan con los habitantes. Suelen hablar mucho. En realidad hablan (y prometen) demasiado. Al otro día de las elecciones, las villas/asentamientos vuelven a su dura realidad, que sigue siendo la misma que antes, o tal vez peor. Porque las promesas de un lugar mejor se diluyen con la primera brisa.

En esa misma ciudad que los platenses no miramos, y que los políticos utilizan con descaro, Módulo Sanitario arrancó el fin de semana pasado a trabajar. Para cambiar la realidad, para aportar su granito de arena. 

Porque una acción vale más que mil palabras. Porque a las palabras se las lleva el viento. Porque uno puede hablar muy bonito, y ser un desalmado. También puede hablar feo, pero ser una buena persona. En definitiva, nadie se debería definir por lo que habla o dice sino por lo que hace.

Junto con otros voluntarios, me tocó construir un módulo sanitario a una familia de 5 personas, cuyos dos adultos mayores son sordomudos. Uno de nacimiento, el otro por una secuela que dejó una meningitis mal curada de pequeña. Aquí surge una paradoja y una sentencia irreparable: en la casa de Estefanía y Junior las palabras no existen, porque no significan nada.

Compartir dos días de construcción con ellos fue para mí como volver a nuestros orígenes en un doble sentido: como éramos (como especie) antes del desarrollo del área de Broca (así se llama el área cerebral donde se formaron las estructuras anatómicas y fisiológicas del lenguaje) y como era (como persona) cuando era bebé. Esto no tiene nada de bueno ni de malo. En realidad, me hizo sentir vulnerable. Porque yo mismo ya no era el mismo allí dentro. Al cruzar los límites del terreno de la familia, tuve que dejar afuera mi lenguaje original y “hablar” otro lenguaje que no conocía y que obviamente, hoy tampoco conozco.

Dentro de la casa de la familia de Estefanía solo importaron los hechos (y los gestos), no las palabras. Ello se tradujo en que, luego de un sábado y un domingo maravillosos, otra familia más pudiera disfrutar de un baño. El inodoro, la pileta para lavarse las manos, el espacio de ducha y el calefón eléctrico, puestos en un espacio dentro de la casa, fueron mudos testigos de la felicidad dibujada en los rostros de la familia. Cuando lo inauguramos nadie habló, solo se vieron brazos levantados agitando las manos en señal de celebración. Una familia más con baño, y la algarabía de saber que otra realidad es posible cuando uno habla poco (o calla), pero hace.

Aún con la felicidad a cuestas, una sola cosa me perturba. Poquitos (pero realmente muy poquitos) platenses participamos activamente en la construcción. Quizás no te enteraste, quizás no pudiste, quizás pienses que no vale la pena. Pero dejame decirte lo bien que se siente saber que personas que uno desconocía, son un poquitito más felices todos los días por el “esfuerzo” de solo un fin de semana. Los hijos de Estefanía y Junior (menores de 5 años) tienen la dicha de poder hablar y escuchar, pero no eligieron nacer un asentamiento. Y desde el año 1859 sabemos, gracias al genio de Charles Darwin, que el ambiente nos moldea. Es por ello que te pido humildemente por los papás, pero mucho más por los más chiquitos, que te sumes al próximo desafío.

Gracias Módulo, y a todos los que lo hacen posible, por llegar a La Plata y también gracias por dejarme entrar en un lugar donde un hecho o una acción (o mejor dicho, un baño) vale más que mil palabras.