
#PalabrasAbiertas: «Ideología», por Juan Quelas
Por Juan Quelas, Coordinador General y voluntario
Cuando se aborda un concepto polisémico, lo primero es definir qué se entiende por ese concepto. La palabra ideología en el uso popular, se refiere a un conjunto de ideas y creencias que caracterizan el pensamiento de una persona, grupo o época, y que suelen estar relacionadas con la forma de ver la sociedad, la política o la economía.
Sin embargo, también puede tener un sentido más crítico, describiendo un sistema de ideas que busca justificar una realidad o poder, incluso a través de la manipulación de la percepción. Es en este segundo sentido como tomo la palabra en este artículo: un sistema de ideas, a menudo tomada acríticamente, que busca justificar algo que está escondido por esa ideología. En la práctica, estas ideologías han hecho estragos en la economía, la política, la religión, la sociedad e, incluso, en ámbitos más personales como el amor, la libertad, la vocación y otras realidades que marcan el pulso de las existencias individuales.
Me gusta esta cita porque resume de modo muy concreto el peligro de una ideología, cualquiera sea ella:
Toda ideología va a la deriva. Su vicio profundo es la inversión entre los fines y los medios. Lo que constituye un medio, que puede ser legítimo (tal lucha, tal conducta, tal postura filosófica, etc) y en vistas a un fin legítimo (justicia, libertad, etc.) se convierte en el fin.
Se trata, en el fondo, del establecimiento de una nueva dogmática. El fin que se pretendía (por ejemplo, la justicia, en «la izquierda»; la libertad, en «la derecha») ya no es el fin que se persigue. Lo que ahora se persigue son los medios (convertidos en fines): ya no se lucha por la justicia, sino por las tesis del marxismo; no se lucha por la libertad, sino por el librecambismo. En la ideología lo que importa es el triunfo de la doctrina y de los medios. Se produce así una terrible perversión, pues se llega a olvidar el porqué de esta movilización, y todo el empeño se coloca, en realidad, en la conquista o conservación de los medios.
Empleo a sabiendas el término «perversión», ya que los medios son siempre revisables. Cuando se los convierte en dogmas, se olvidan los fines a los que se debería servir. Esta inversión no es, me parece, un accidente de la ideología. Está en su propia entraña.(Adolphe Gesché, teólogo belga)
Nuestro tiempo se jacta de haber dejado atrás los dogmatismos y lo grita orgulloso a los cuatro vientos. Me parece que los dogmatismos están más presentes que nunca. Sólo que ya no vienen de las iglesias, sino de las ideologías que campean a sus anchas en el mundo. Da lo mismo si una ideología es de derecha, de izquierda, de arriba o de abajo. Todas son iguales en lo esencial: pervierten lo que tocan, porque transforman un medio en un fin.
Entiendo que el único antídoto contra la ideología es la densidad del fragmento, de lo individual, de lo personal, de lo pequeño, de lo concreto. Toda ideología se volatiliza en el éter de los genérico, de lo pseudo universal. Todo lo concreto, lo personalizado, lo histórico, lo real, salta por encima de cualquier ideología y nos hace tocar, sentir, oler, palpitar lo único que vale la pena: las existencias concretas en medio de la historia, que es como es.
Cuando en Módulo Sanitario “perdemos el tiempo” yendo a censar familia por familia, sin saberlo estamos generando un poderoso recurso: recordarnos y recordar a quien quiera ver, que la vida vale la pena cuando se entrega en causas reales, que tienen olores, sabores, formas, colores y sonidos muy concretos, muy reales, muy visibles. No siempre los olores son a Chanel N° 5: pero siempre son olores reales de personas reales. No siempre concuerdan con nuestro pre-juicio. Pero el pre-juicio no existe más que en nuestras ideas. Lo que cuenta es la existencia real de tantos millones de personas a los que las condiciones del mundo han dejado perdidas en medio de la insignificancia.
Toda ideología va a la deriva, navega sin norte. Y todo compromiso concreto va a buen puerto, porque su brújula es una existencia concreta.
Todos los sabios de la historia, desde Hesíodo en el siglo VIII AC hasta Balthasar en el siglo XX, han sabido que la totalidad se encuentra en el fragmento para quien sabe oír, ver, tocar, percibir.