En 1596, sir John Harrington, ahijado de la reina Isabel I, concibió un váter conectado a un depósito de agua que arrastraba los deshechos al ser descargado. Lo instaló en el palacio real, pero el invento nunca llegó a difundirse porque la reina –no se sabe por qué motivo– le negó la patente para fabricar más. Dos siglos después (XVIII), Alexander Cummings, inventó el primer