#PalabrasAbiertas: «Perdí la esperanza»
*Texto escrito por Juan Quelas, co-Coordinador General de Módulo Sanitario y voluntario.
Muchas veces escucho de los voluntarios y de los beneficiarios de Módulo Sanitario, esta constatación: “Perdí la esperanza”. Es un tema mayúsculo en el mundo contemporáneo, donde la esperanza, esa realidad tan frágil, tan etérea, tan volátil, no parece encontrar nido donde habitar. ¿Cómo hacer para recuperarla?
Propongo 3 caminos para intentarlo. En general, la desesperanza no se combate a fuerza de imponer la esperanza (el opuesto), sino de un camino indirecto que fortalezca aquello que se quiere enraizar. Los combates cuerpo a cuerpo terminan con la muerte de alguien, y no conviene dejar la vida en estas batallas. Por eso, estos tres caminos indirectos pueden apalancar la fortaleza de la esperanza para que se enseñoree dentro de nosotros:
1. Incorporar el límite como la posibilidad de vivir la propia existencia.
¿El límite es malo? ¿O es la condición de posibilidad de la existencia, de los vínculos y de las cosas? Nos han hecho creer que los límites son como un corsé que nos impide crecer. No estoy para nada seguro de eso. ¿Y si los límites son, exactamente, la condición de crecer? A veces los pibes me dicen: “Quiero vivir en Barcelona; con un sueldo de Alemania; y con la vida social de Argentina”. O. “Quiero trabajar con el impacto que tiene el Estado en políticas públicas; con el sueldo de una multinacional; y con la satisfacción que da una Fundación”. Me temo que eso es vivir en la imposibilidad, o en una veleidad que rompe la existencia. En la vida hay que optar y quizás la gran sabiduría de la vida consiste en hacer las opciones que nos generen la menor cantidad de heridas. Una vez que uno elige (obviamente, renunciando a algo), la raíz de la vida puede hacer lo que sabe hacer: extraer de abajo, de adentro, los nutrientes para que la vida florezca. El límite es lo que nos posibilita ser. Cuando aprendemos e incorporamos esa dimensión, la esperanza brota sola.
2. Pasar a la acción.
Me gusta una definición dinámica de la esperanza que aprendí hace muchos años: “El que espera, obra en la dirección de lo esperado”. La esperanza no consiste en un liviano echarse en el sillón de la vida a esperar que las cosas ocurran; la esperanza consiste en hacer aquello que esperamos que ocurra. La esperanza es ágil, se pone en camino, mueve los hilos, teje la trama. La esperanza es activa, obra, acciona. No se trata de los resultados (que, casi siempre, no dependen de nosotros). Se trata de ponerse en camino, de salir de la inercia, de dejar la poltrona de la vida para lanzarse a la bella aventura de salir de lo que somos y tenemos para ir hacia lo que no somos ni tenemos. Muchas veces por un camino frágil, inseguro, oscuro. Como todo aquello que merece la pena ser descubierto. En el camino, acontecerá la esperanza.
3. La eficacia no depende del resultado: depende de la profundidad.
Nos han vendido el cuento de que las cosas valen si el resultado es el esperado. Eso es, simplemente, mentira. ¿Acaso no es mejor esperar lo inesperado? ¿No es mejor la sorpresa del plus de la vida y no la mera constatación de que logramos sólo lo que nos proponíamos lograr? ¿No es mejor, por verdadero, hacer todo lo que podemos hacer y dejar los resultados en libertad, para que acontezca lo que tenga que ocurrir? ¿Acaso la vida no es más grande que lo que podemos diseñar? Al vivir estamos abiertos a un futuro que no conocemos, pero que deseamos gracias a nuestra capacidad de imaginar. Sin imaginación no hay espera ni siquiera preparación para lo posible. Sin imaginación no podemos estar preparados para la vida ni podemos tener confianza. Porque estamos acostumbrados a lo “probable”, a lo que nuestra mente supone que, estadísticamente hablando, nos podría pasar a nosotros o pasar en general. Vivimos en lo «predecible». En cambio, a menudo nos falta la imaginación de lo «posible», que a veces se limita al mundo de la utopía. No estamos acostumbrados a vivir en la posibilidad. Necesitamos, por tanto, un nuevo «realismo» que rompa nuestros patrones y nos abra a imaginar un mundo diferente. La posibilidad de Módulo Sanitario consiste en la percepción de una vida, de un rostro, de un prójimo, que nos recuerda que la vida acontece también más allá de nuestros ombligos; y que las vidas ajenas son tan importantes como la mía propia. Las vidas reales con las que nos encontramos son irreductibles a ninguna ideología, porque la vida acontece como es, fuera de todo molde esperable. La eficacia de la acción de Módulo Sanitario está en estrecha relación con la profundidad de los vínculos que logramos generar, y no de la cantidad de los resultados que podemos obtener. Cuando uno capta esto, la esperanza gana la batalla.
Me gusta pensar a Módulo Sanitario como el almácigo de la esperanza. Y me gusta enraizar mi vida en esa bella tierra de posibilidades.